Maratón (490 a.C.): batalla de dioses y héroes

La batalla de Maratón puso el broche final a la Primera Guerra Médica (492-490 a.C.) y, aunque parecía que los atenienses no iban a salir bien parados de ella, el resultado fue el contrario al esperado y deseado por Darío I El Grande (522-486 a.C.). Una serie de sucesos permitieron a los atenienses salvar la situación y sentar un precedente tan maravilloso para los griegos como peligroso para los persas.

Los persas al mando de Datis y Artáfrenes habían ido tomando parte de las islas del Egeo, conquistado Caristo y Eretria. Seguidamente su objetivo era Atenas, pero no sabían cómo actuar. Finalmente decidieron por avanzar directamente sobre la polis para lo que se sirvieron de Hipias, el depuesto tirano de Atenas, para que les orientara. Antes de avanzar dejaron con una pequeña guarnición a los eretrios capturados en la vecina isla de Aigilia.

¡Que vienen los persas!

El antiguo tirano llevó a los persas a la bahía de Maratón, pues el lugar contaba con una fuente de agua donde se decía que había muerto Macaria (hija de Heracles y Deyanira), un marjal conocido como Skhoinia que facilitaría el desembarco y alimentar a los caballos. Igualmente contaba con varios puntos en los que establecer el campamento y que fuera fácil defenderlo. Dada su cercanía respecto de Eretria agilizaba el avituallamiento y su situación permitía acceder al Ática y a Beocia, aparte de que sólo 38 km separaban la bahía de la polis.

Ya fuera porque vigías atenienses o algún habitante de la zona dieron la alarma e hicieron llegar la noticia a Atenas del desembarco persa, o bien porque la caballería aqueménida comenzó a hacer razias en las granjas y campos cercanos y se dio entonces la alerta, los atenienses reaccionaron.

Ante este hecho tanto Herodoto como Platón afirman que se mandó al famoso Filípides como mensajero a Esparta para reclamar su ayuda, aunque Platón dice que fueron enviados emisarios a todas las poleis de Grecia y que ninguna les brindó ayuda salvo Esparta. En cualquier caso, los espartanos aceptaron enviar ayuda a los atenienses, pero tenían un problema, y es que estaban en mitad de una festividad (posiblemente la Karneia/Carnea, que se celebrar) que les impedía realizar actividades militares antes del plenilunio; a este respecto, Platón da por argumento de los espartanos su retraso el que estaban en mitad de una guerra con la polis de Mesenia.

Figura 1: Mapa con los movimientos realizados en la zona del Ática durante la guerra

De forma simultánea al envío de Filípides se nombró a los estrategos, conociendo a varios de ellos gracias a diferentes autores: Calímaco, Milcíades, ArístidesTemístocles, Estesilao, Cinegiro y Policelo. Entre estos, Milcíades no quería perder el tiempo y propuso marchar sin esperar y cogiendo sólo lo necesario para ir al encuentro del enemigo, así como engrosar las filas con esclavos que obtendrían la libertad a cambio de luchar contra los persas.

Para no variar, desconocemos cuántos fueron los soldados mandados por los atenienses. La cifra generalmente más defendida es la de 9.000 hoplitas, mientras que otros la reducen hasta los 8.000 o 6.000, y otros la llegan a ascender incluso hasta una horquilla de 18.000 a 22.000 soldados presentados en Maratón.

Los persas por su parte se fortificaron entre el promontorio de Cinosura, Skhoinia y el manantial de Macaria, aunque sobre esto existen diferentes teorías que varían su localización respecto al marjal. Posiblemente Datis esperaba marchar al día siguiente sobre Atenas y tomar la ciudad por asalto o con la connivencia de traidores o partidarios de los persas. La cuestión es que los atenienses se movilizaron y prepararon un ejército que en la noche marcharon a Maratón, distancia que cubrieron con relativa velocidad, llegando a la bahía sin encontrar oposición de ningún tipo.

El que los persas no hubieran cubierto todos los accesos a la llanura puede que se debiera a una falsa seguridad en que los atenienses reaccionarían de igual manera que eretrios y caristios actuaron a su llegada. También cabe pensar que no abrigaban temor alguno ante la llegada de los griegos a la misma zona, por lo que no procuraron cuidado alguno. Además, el hecho de permitir a los atenienses el establecer un campamento en una posición favorable se pudo deber a la propia inercia o a la idea de que les iban a presentar batalla por haber ido a su encuentro.

MANTENIENDO LA DISTANCIA SOCIAL

Al alba del 6 de agosto, los 9.000 atenienses se encontraban en Maratón al extremo contrario de la llanura y bloqueando todo acceso al Atenas y la población de Maratón. Procedieron entonces a fortificarse en el monte Agrieliki, una posición que sólo se cree tras los indicios de varias pruebas documentales y arqueológicas, pues no se sabe a ciencia cierta dónde estaría.

Aunque no podemos saberlo a ciencia cierta, el campamento griego debió situarse en alguna parte entre el río Vrana y el Soros (montículo funerario a los maratonianos), que distan 40 km. Herodoto nos dice que la posición griega estaba entre el santuario de Heracles y la costa nada más, pero la posición de la población de Maratón se vio confirmada por el descubrimiento de cementerios del siglo V a.C., muros, casas y habitáculos. Lo mismo sucedió con el recinto de Heracles gracias dos inscripciones al sur del mismo enclave, y el montículo funerario se descubrió gracias a las excavaciones realizadas en el valle del Vrana.

Figura 2: Mapa con una de las teorías sobre la disposición del campamento persa y la btalla

Por esto mismo se piensa que la posición del campamento debía estar en el monte Agrieliki brindándoles una posición favorable reforzada con la costa en el flanco derecho. Esto también aseguraba el aprovisionamiento tanto desde la población de Maratón como desde el demos de Énoe. Es muy posible que fuera al día siguiente cuando llegaran los 1.000 plateos que, según Pausanias, estarían comandados por Arimnesto.

No sabemos cuándo, pero una vez llegaron los atenienses y se hubieron fortificado, los persas presentaron batalla a los helenos frente a su campamento. Esperaraban que los griegos salieran a su encuentro y así podrían hacer uso de la caballería para flanquearlos y hostigalos por la espalda con sus arcos y jabalinas, de modo que llegaran al frente persa con la formación rota. Los helenos por su prefirieron mantenerse en la seguridad de su campamento, lo que dejaba a los persas en una posición un poco ambigua al no poder avanzar sobre el Ática por el campamento enemigo ni trabar combate con los griegos al no salir estos. Para proseguir la campaña los persas tenían que derrotar a los atenienses y así poder marchar sobre Atenas. De esta forma ambos ejércitos se vigilaban desde lejos.

Entre los estrategos atenienses no había acuerdo sobre cómo proceder, pues unos preferían entrar en lid y otros abogaban por esperar a los espartanos, quedando totalmente parejas las partes. A este respecto Herodoto recoge un comentario de Milcíades intentando convencer a Calímaco que, aunque parece de carácter militar, tendría más relación con cuestiones políticas. Esto es porque los estrategos se iban rotando en la dirección del ejército y temía que antes de que él mismo volviera a tener el mando supremo del ejército, floreciera entre los atenienses la idea de rendirse a los persas.

Esta disensión comenzó a provocar que los diferentes partidarios del combate cedieran su puesto a Milcíades de forma reiterada, algo que Herodoto refleja y que Plutarco refiere sobre Arístides cuando era su turno en el mando. Parece ser que Milcíades aun así se negaba a aceptarlo antes de que fuera su hora.

Durante los días 7 y 11 las posiciones se mantuvieron inmóviles y en esa tierra de nadie los días pasaban bajo la vigilancia de la caballería persa, mientras que durante las noches los griegos se dedicaron a ir fortificando el flanco izquierdo con varias líneas de abatises (obstáculos de ramas o árboles) y así limitar en lo posible a la caballería persa. Esto fue hasta que sólo distaban del frente persa unos 8 estadios (1480 m).

Figura 3: Gif en el que se muestra otra de las teorías sobre la disposición del campamento persa y la batalla

El último es un persa

La inflexión llegó en la noche del 11 de agosto, cuando parte de los persas bajo las órdenes de Datis se embarcaron, recogieron a los esclavos en Aigilia y pusieron rumbo a Falero, el puerto natural de Atenas. De la marcha del general persa se cree que fueron informados los atenienses por medio de vigías o gracias a unos jonios del ejército persa que les hicieron llegar la nueva.

Tanto si eran conocedores del destino de Datis, como si sólo temían que el destino fuera Atenas, los atenienses sabían que los persas no llegarían en menos de diez horas y emplearían varias horas más en realizar el desembarco. Como era Milcíades a quien tocaba ese día(12 de agosto) dirigir el ejército, este ordenó a los helenos que salieran del campamento cuando estaba rayando el alba y que establecieran un frente atípico: en vez de ocho hombres de fondo, el centro a cargo de Temístocles y Arístides pasó a tener cuatro, mientras que las alas se reforzaron con más soldados. Tratándose del ala derecha el flanco de honor, esta correspondió a Calímaco y Milcíades.

Por su parte Artáfrenes puso en los flancos a las tropas de menos confianza o menos aguerridas (los griegos asiáticos) y la caballería detrás de estas; el centro correspondió a los persas y a los sacas. Estos últimos destacan por la extrañeza de su posición al ser destacados jinetes arqueros, aunque posteriormente también participaron como infantería cuerpo a cuerpo y marinos.

La presencia de la caballería persa en la batalla es algo debatido y hay teorías que apuntan a su ausencia por haberse trasladado al Ática por la noche o que fue enteramente embarcada antes de la batalla. Aun con todo, las evidencias sobre la presencia de la caballería en la batalla se pueden encontrar en autores como Arístides, quien refiere que se capturaron varios caballos, que podrían haber sido capturados al haber sido abandonados por los persas en el marjal en la huida. Incluso la ausencia de caballería en las fuerzas griegas que tanto sorprendió a los aqueménidas puede ser un invitatorio a la participación por parte de los persas. Del mismo modo se podría defender con que los griegos avanzaran a la carrera, excluyendo así las tácticas de ataque y retirada en las que la caballería era sumamente útil.

Ambos ejércitos se enfrentaron en la llanura cerca del actual Soros, de modo que es muy probable que la iniciativa en esta ocasión corriera nuevamente a cargo de los persas, muy posiblemente con la intención de evitar que los helenos pudieran retirarse a Atenas. Los persas con la costa a su izquerda y el marjal a sus espaldas encararon a los griegos, que gracias a los abatís a su siniestra y la costa a la diestra se sentían más seguros.

Llegado el momento del avance, los griegos comenzaron con “una invocación a los dioses y con el agradable peán” (Ael. Ar. Orat. 108) y con un enérgico trote cubrieron la distancia que los separaba de los persas hasta que estuvieron al alcance de los poderosos arcos aqueménidas (unos 140 m). En ese momento aumentaron el ritmo hasta convertirlo en una carrera para cargar contra los persas, lo cual les dio la iniciativa en las alas. Los persas, sorprendidos, pensaban que los atenienses estaban locos y condenados a ser aniquilados al cargar sin arqueros ni jinetes, aunque como acabarían viendo, los habían subestimado.

Figura 4: Pintura sobre la batalla de Maratón de Jason Askew

El choque entre ambos ejércitos fue intenso gracias al ímpetu de la carga helena, y los flancos persas a cargo de los contingentes de jonios y eolios se vieron presionados por la contundencia y el fondo de los atenienses, que pronto descompusieron a estos y empujaron en su huida a los jinetes persas. Pero en el centro el alto grado de eficiencia de los oficiales persas había conseguido que los hoplitas enemigos cayeran derrotados y huyeran. Esto había sido previsto por Milcíades y las alas helenas, una vez puestos en fuga los soldados que les enfrentaban, viraron y comenzaron el ataque contra los flancos persas.

A pesar de que se ha venido considerando que las alas griegas, una vez que derrotaron a las alas enemigas ahogaron al centro persa en una doble pinza, hay más teorías también a tener en cuenta. Una apunta a que los oficiales aqueménidas, al ver su comprometida situación intentaron una retirada hacia el campamento manteniendo un cierto orden, pues de lo contrario habrían sido muchos más los caídos; otra apuesta por que los flancos medas debieron pivotar hasta situarse detrás del centro persa, o bien los flancos griegos consiguieron establecer un frente único de nuevo detrás del centro derrotado.

Finalmente el centro enemigo también sucumbió y todo el ejército persa se retiró siendo perseguido por los griegos. Según algunos historiadores, los oficiales persas consiguieron, a pesar del caos que siguió a la batalla durante la huida y gracias a su experiencia y organización, que muchos de sus soldados embarcaran donde tenían anclados los barcos a los que estaban embarcando. En esa retirada fortuita algunos combates se trasladaron al campamento, pero el verdadero escenario fue en la Skhoinia. Allí, según Pausanias hubo una gran matanza que describe hablando de que «Hay en Maratón un lago pantanoso en su mayor parte. En él por desconocimiento de los caminos cayeron los bárbaros en su huida, y dicen que a causa de esto tuvo lugar la gran matanza.» (Paus. 1.32.7).

CORRIENDO DE ACÁ PARA ALLÁ

Aun habiendo derrotado a Artáfrenes y su parte del ejército, la victoria sobre los persas peligraba ante la fuerza de Datis que navegaba rumbo a Falero. La razón de dirigirse a este lugar la encontramos en Herodoto, quien recoge un rumor acusatorio contra los Alcmeónidas como traidores aliados con los persas, así como en Plutarco, quien afirma lo siguiente:

Después de poner en fuga a los bárbaros, los empujaron hacia las naves y vieron que no navegaban hacia las islas, sino que eran forzados por el viento y el mar hacia el Ática, temiendo no fuera a ser que tomaran la ciudad desprovista de defensores, los atenienses se apresuraron hacia Atenas con nueve tribus y lo realizaron el mismo día. (Plut. Arist. 5.5)

Sea como fuere, parece que todo había consistido en una sencilla maniobra: cuando en Atenas estuvieran preparados los partidarios de los persas (y puede que también de Hipias), mediante una señal de un escudo se indicaría a los persas que tenían todo preparado y el camino libre. Como Falero era el puerto natural de Atenas los persas podrían desembarcar para atacar la polis desguarnecida, o con una fuerza irrelevante.

Figura 5: Pintura de la fase final de la batalla de Maratón, de Igor Dzis

Siendo conscientes del peligro que se cernía sobre la polis, los maratonianos victoriosos dejaron a cargo de Arístides y su destacamento el cuidado de todo lo capturado y se dirigieron en una marcha contrarreloj a Cinosargos, una pequeña población junto al Falero. Lo que desconocemos es si fue el mismo día de la batalla o al día siguiente, cuestión que siguen debatiendo los historiadores.

Parece que tanto la flota persa, como las tropas atenienses llegaron casi de forma simultánea, con una breve diferencia de tiempo. Así fue que al observar la llegada de los griegos de Maratón, Datis y los pro-persas atenienses vieron cómo se trastocaban sus planes. Los persas se mantuvieron anclados frente a Falero hasta que llegaron Artáfrenes y lo que quedaba de su ejército. Acto seguido los persas se retiraron a Persia.

Mientras todo esto sucedía, los 2.000 espartanos habían partido hacia Maratón tan rápido como la luna nueva había aparecido en la noche del 12 de agosto y habían cubierto los 225 km en poco más de dos días, llegando el 14 del mes con la esperanza de no haber llegado tarde. Siendo informados de la realización de la batalla y su resultado pidieron ver el campo de batalla, lo observaron y analizaron, felicitaron a los atenienses y se retiraron de nuevo a su polis.

Χαίρετε, νικῶμεν (Luc. Laps. 3)

Esta cita de Luciano de Samosata en la que el autor aduce el lacónico «Adiós, hemos vencido» a Filípides ante los magistrados de Atenas informando de la victoria en Maratón justo antes de morir es una muestra de lo que significó para los griegos y del mito en que se convirtió.

Para los griegos las repercusiones de la victoria dentro del mundo de la Hélade fueron sorprendentes, siendo tantos los testimonios existentes al respecto que creo mucho más interesante el mostrar una serie de de ellos. Empezando por los resultados materiales de la batalla son varios los autores que repiten la cantidad y suntuosidad de lo logrado:

Elio Arístides dice que el botín fue importante “pues caballos, armas, naves, brazaletes, collares, perros y riquezas todas estaban puestos como dones de la fortuna para los triunfadores y la victoria les dio todo esto.” (Ael. Ar. Orat. 13.107-108).

Herodoto refiere que muchos nobles atenienses perecieron intentando capturar naves persas diciendo que agarrando los mascarones “así fue, en definitiva, como los atenienses capturaron siete naves” (Hdt. 6.115).Plutarco, en su caso, menciona la facilidad con la que cualquiera se habría corrompido ante tal cantidad de riquezas:

Habiendo sido dejado en Maratón Arístides con su propia tribu como guardián de los prisioneros y del botín de guerra, no desmintió su buena fama, pues aunque había con profusión plata y oro, vestiduras de toda clase y otras incontables riquezas existentes en las tiendas y en las naves capturadas. (Plut. Arist. 5.6)

Tales fueron las dimensiones ideológicas y culturales para los griegos que esta batalla se convirtió en una festividad y los epigramas y la propaganda contaban historias que la transformaron una leyenda equiparable a la de los héroes homéricos casi desde el mismo momento de su realización.

Se concibió la victoria, no sólo como un acto de valor y sacrificio propio de los helenos, sino también como una demostración del apoyo de las divinidades. Agatías, un historiador del siglo VI d.C. en su obra Historiae, se hace eco del hito mostrando como  siglos más tarde todavía se recordaba este hecho, expresándolo de la siguiente manera:

Se cuenta que murieron tantos que, aunque antes de la batalla los atenienses prometieron sacrificar a Ártemis el mismo número de cabritos que de bajas enemigas, la agreste diosa les fue tan propicia y tuvieron tan buenos resultados, que no fueron capaces de cumplir lo prometido: no tenían víctimas suficientes, ni aun sacrificando cabras adultas. (Agath. 2.10.3)

No contentándose con la ayuda divina, incluso se llegaba a hablar de la presencia de grandes guerreros y antiguos héroes en las filas atenienses y así lo vemos en diversos autores que pusieron por escrito estos hechos.

Arístides, en su discurso conocido como Panatenaico cuando habla de la batalla afirma que al final de la misma“incluso uno ya muerto, asaeteado por los bárbaros, se mantenía erguido, asustando a los demás, como si fuera inmortal.” (Ael. Ar. Orat. 13.108-109). Pausanias menciona  que “los atenienses cuentan que los dioses participaron a su lado en las batallas de Maratón y Salamina.” (Paus. 8.10.9), pero va más allá y relata la presencia de un héroe entre las filas griegas durante la batalla:

Sucedió, según dicen, que en la batalla se presentó un hombre de apariencia y equipo de campesino. Este, tras dar muerte a muchos bárbaros con un arado, después de su hazaña desapareció. Cuando consultaron los atenienses el oráculo no les respondió con respecto a él ninguna cosa, pero les ordenó honrar al héroe Equetlo. (Paus. 1.32.5)

Justino destaca la figura de Cinegiro de una forma un tanto extravagante, pero que no deja de ser un reflejo de cómo se había ido sobredimensionando la imagen de la batalla y de la heroicidad de los griegos:

También fue celebrada con grandes alabanzas por los historiadores la gloria de Cinegiro, soldado ateniense que, después de dar muerte a muchos en la batalla, persiguiendo al enemigo en su huida hacia las naves, con su mano derecha retuvo una nave cargada y no la soltó hasta perder la mano; también entonces, perdida la mano derecha, agarró la nave con su izquierda y, después de haberla perdido igualmente, finalmente retuvo la nave con los dientes. Tan grande fue su valor, que, no fatigado por tantas muertes ni vencido por la pérdida de sus dos manos, reducido finalmente al tronco, y como una fiera rabiosa, luchó con los dientes. (JUSTINO 9.16-20)

Figura 6: Sección del grabado de Carl Robert sobre la pintura de la Stoa Pecile en la que aparece Cinegiro

Si esta imagen la contraponemos con la dada por Herodoto sobre este mismo personaje nos encontramos con que menciona murió “víctima de un hachazo que le seccionó la mano mientras se aferraba al mascarón de popa de una nave, al igual que otros muchos atenienses de renombre” (Hdt. 6.114). Plutarco igualmente lo menciona junto a otros y refiere lo siguiente al respecto de esos esforzados guerreros:

Cuando se trabó el combate, Policelo tuvo una visión sobrehumana, perdió la vista y quedó ciego; Calímaco, traspasado por muchas lanzas, incluso muerto, se puso en pie, y a Cinegiro, por sujetar una nave persa que zarpaba, le fue cortada una mano. (Plut. De Gloria 1B-C)

Herodoto cuenta que frente a los 6.400 muertos entre los persas, sólo 192 atenienses y plateos cayeron en el encuentro. Para los persas sólo se dispuso una fosa en la que fueron todos depositados, un dato que parece contrastado tras excavaciones en el siglo XIX en las que se encontraron una gran cantidad de restos humanos mezclados en una especie fosa.

Figura 7: Situación actual del Soros o montículo funerario de los atenienses caídos en Maratón

Para los marathonomachoi (los héroes griegos caídos durante la batalla), Arístides llega a decir en su discurso Panatenaico que “incluso perdieron a más hombres de los que cualquiera en principio se hubiera atrevido a enfrentar, de tal forma que el flujo de sangre bastaba para llevar las naves al mar” (Ael. Ar. Orat. 13.109). Estos fueron enterrados con gran honor y suntuosamente conmemorados en el montículo que señala su descanso incluso a día de hoy. Este no es otro que el conocido como Soros, situado en la propia Maratón. De dicho honor se hace eco Pausanias cuando dice que “los de Maratón honran a los que murieron en la batalla llamándolos héroes” (Paus. 1.32.4), al igual que también menciona que “hay una tumba de atenienses en la llanura, y sobre ella estelas con los nombres de los que murieron por tribus, y por otra tumba para los beocios de Platea y para los esclavos; pues por primera vez lucharon entonces esclavos.” (Paus. 1.32.3). Importante el hecho de que las tumbas de los atenienses, los plateos y los esclavos estuvieran separadas, pues a día de hoy sólo se desconoce la de los esclavos, pues las de los otros dos grupos han sido excavadas y protegidas.

Para aumentar la gloria de la gesta, durante unas excavaciones en el siglo XX los arqueólogos hicieron un descubrimiento ignorado hasta el momento: restos de una gran columna de unos 10 metros de altura según las dimensiones de estos. Esto parece indicar que para conmemorar la victoria sobre los persas y a modo de trofeo (estatua realizada con los restos de los enemigos tras una batalla), los atenienses erigieron en el antiguo campo de batalla una gigantesca columna que recordaba a todo aquel que visitara el lugar lo sucedido en la contienda. Esta no era más que otra de las formas mediante las que los atenienses quisieron honrar a los que, seguramente ya glorificados, hombres que murieron en ese lugar.

Y todavía hubo muchas acciones que no hicieron más que incrementar el significado de la batalla, pues con los tesoros se ofrecieron panoplias persas en los santuarios de Delfos y Olimpia. Del mismo modo se hicieron estatuas (como las que se dice que se dedicaron en Olimpia  a Atenea, Apolo, Milcíades y los héroes epónimos con lo capturado en Maratón) y se compusieron himnos en honor de estos. Y sobre cómo fueron empleados los tesoros es Pausanias el más destacado de los autores. Comenzando por Atenas, en su ágora había pinturas en la stoa Pecile, entre las que se podía observar la batalla de Maratón:

La última parte de la pintura son los que lucharon en Maratón. Los beocios de Platea y todos los atenienses llegan a las manos con los bárbaros; y en esta parte, uno y otro bando están igualados, pero en el centro de la batalla los bárbaros están huyendo y empujándose unos a otros hacia el pantano, y en los extremos de la pintura están las naves fenicias y los griegos dando muerte a los bárbaros que caen sobre ellas. […] De los que luchan son particularmente visibles en la pintura Calímaco, elegido polemarco por los atenienses, y Milcíades, uno de los estrategos, y un héroe llamado Equetlo. (Paus. 1.15.3)

Figura 11: Sección del grabado de Carl Robert sobre la pintura de la Stoa Pecile en la que aparecen Equetlo y Milcíades

Otra muestra de la importancia de la batalla para los griegos, esta vez para los plateos, es lo relativo al santuario de Atenea Area, en cuyo interior relata que existía una estatua retrato de Arimnesto, quien había sido el líder de estos en la batalla:

Los plateenses tienen un santuario de Atenea de sobrenombre Area. Fue construido con los despojos que los atenienses les dieron de la batalla de Maratón. La imagen es de madera dorada, y el rostro, las manos y pies, de mármol pentélico. Su tamaño no es muy inferior a la de bronce que está en la Acrópolis, que los atenienses también ofrendaron como primicia de la  batalla de Maratón. (Paus 9.4.1)

 En definitiva, la batalla de Maratón supuso una de las más sonadas victorias de la Historia que pasó a ser leyenda casi en el instante en el que sucedió. Sus dimensiones superaron la barrera de lo material y alcanzaron lo cultural. El fuerte simbolismo de este episodio fue, una muestra de la heroicidad ante la adversidad y la victoria contra todo pronóstico. Todavía a día de hoy es ejemplo de esto mismo y sus hechos siguen siendo objeto de fascinación y conmemoración.

Bibliografía

Fuentes

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Imágenes

Figura 1: Mapa con los movimientos realizados en la zona del Ática durante la guerra. En: Sekunda, 2002, p. 34.

Figura 2: Mapa con una de las teorías sobre la disposición del campamento persa y la btalla. En: Grundy, 1901, p. 166.

Figura 3: Gif en el que se muestra otra de las teorías sobre la disposición del campamento persa y la batalla. Imágenes en: Souza, 2003, p. 35.

Figura 4: Pintura sobre la batalla de Maratón de Jason Askew. En: Ancient Warfare, número especial 2011, pp. 42-43.

Figura 5: Pintura de la fase final de la batalla de Maratón, de Igor Dzis. En: Pinterest [acceso 9 de agosto de 2020].

Figura 6: Sección del grabado de Carl Robert sobre la pintura de la Stoa Pecile en la que aparece Cinegiro. En: Wikimedia [acceso 9 de agosto de 2020].

Figura 7: Situación actual del Soros o montículo funerario de los atenienses caídos en Maratón. En: Flickr [acceso 10 de agosto de 2020].

Figura 9: Restos de la columna de Maratón. En: Pinterest [acceso 10 de agosto de 2020].

Figura 10: Réplica de la columna de Maratón. En: Flickr [acceso 10 de agosto de 2020].

Figura 11: Sección del grabado de Carl Robert sobre la pintura de la Stoa Pecile en la que aparecen Equetlo y Milcíades. En: Wikimedia [acceso 9 de agosto de 2020].

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